Seguro que muchos de vosotros os habéis sentido identificados con el título del artículo, o habéis pensado en alguien, algún amigo, familiar o compañero del trabajo con dolor crónico.
Nuestro amigo el dolor crónico está siempre con nosotros, en los momentos buenos y en los no tan buenos, comparte con nosotros nuestras experiencias, nos acompaña al trabajo, influye en nuestras relaciones sociales, e incluso duerme con nosotros, es más, decide cuando dormimos o cuando no lo hacemos, el dolor crónico comparte con nosotros todos los aspectos de la vida, es nuestro compañero más fiel.
Según una revisión epidemiológica y de prevalencia sobre dolor crónico no oncológico llevada a cabo en España, 6,10 millones de Españoles adultos sufren dolor crónico, 70 millones de personas en EEUU, 5 millones en GB, el 40% de la población sueca y el 20% de la población mundial. Las mujeres representan el 51,53% y en cuanto a la localización, el dolor de espalda se lleva la palma con el 60%, seguido del dolor articular (40%), el dolor de cabeza (35%) y el dolor cervical (29%). Como se puede apreciar, esos porcentajes nos dan a entender que pueden presentarse diferentes localizaciones en un solo individuo.
Pero… ¿qué es el dolor? Y ¿cuándo podemos considerarlo crónico? A la hora de dar respuesta a esta pregunta podemos encontrarnos con diferentes definiciones según los autores o investigadores:
El dolor es una experiencia desagradable sensitiva y emocional asociada a un daño real o potencial de los tejidos, o descrita en términos de dicho daño – Merskey y Bogduk 1994
La respuesta dolorosa producida por estímulos nocivos es un mecanismo protector fisiológico clave que advierte de una lesión tisular inminente, e incluye reflejos motores y autónomos, además de la sensación desagradable que llamamos dolor – Woolf. C 2007
El dolor es una respuesta cerebral desagradable, proyectada sobre el cuerpo virtual, en base a toda la información disponible cuando considera que existe amenaza, y que implica una acción – Lorimer Moseley
Si en algo coinciden los diferentes autores, es en que el dolor es desagradable, podríamos decir que si el componente afectivo es positivo, no lo consideraríamos dolor. También tenemos que quedarnos con que el dolor es una respuesta cerebral que se proyecta en base a toda la información disponible cuando considera que existe amenaza, toda esta información puede ser tanto sensitiva, un capón que te mete tu padre cuando te portas mal (Estimulo nociceptivo sobre los tejidos), como experiencias emocionales asociadas a ese daño. El cerebro lo procesará todo y emitirá una respuesta dolorosa en función de múltiples factores, si amigos, el dolor se fabrica en el cerebro al 100%, y este usará todos los ingredientes que hemos mencionado anteriormente para cocinarnos un buen dolor sordo, punzante o suave.
Por lo tanto el dolor funciona como un mecanismo de aviso o de alerta ante una amenaza a la que debemos dar respuesta. Bueno…leyendo esto último no parece tan malo, de hecho es un mecanismo completamente necesario para el ser humano.
Ahora bien, ¿cuándo podemos considerarlo dolor crónico?
Podemos decir que cuando el dolor persiste durante 3 meses o más el dolor es crónico. Ya que la lesión tisular no es ya el problema principal, sino los cambios que se dan en nuestro sistema nervioso y en los mecanismos reguladores del dolor. Esto puede hacer que ese primer dolor que tuvimos hace 3 meses o más, ahora sea diferente o incluso que ahora nos duelan zonas que en un principio no nos dolían, y no amigos, no es que hayamos estado utilizando más un brazo que otro o que por proteger una zona dolorosa ahora nos duela la otra, son cambios producidos en nuestra corteza cerebral, en las áreas responsables del dolor.
Si una mosca entra en casa y salta la alarma, el problema no es la mosca, sino que la alarma no está bien ajustada y emite una respuesta desorbitada ante una amenaza diminuta. Lo mismo ocurre en nuestro cerebro con el dolor crónico.
¿Y qué hacemos entonces?
En primer lugar tenemos que entender el dolor crónico como algo que nos afecta en todas las áreas de la vida, la afectiva, la cognitiva, la conductual y la social. Genera ansiedad, estrés, insomnio, influye en nuestras relaciones con nuestros amigos y familia, genera mal humor…etc. En este sentido, debemos abordar el dolor crónico desde esta perspectiva y no como el dolor de una simple estructura corporal.
La fisioterapia y la actividad física juegan un papel fundamental en el tratamiento del dolor crónico, pero involucrar a nuestra familia y entorno es igual de importante.
Debemos valorar todos los aspectos que han podido influir en esa respuesta cerebral que nuestro cerebro creó en su momento y que se ha perpetuado, que factores psicosociales pudieron influir, qué herramientas terapéuticas he utilizado, si son útiles para tratar el dolor en todas sus facetas, qué dimensión ha alcanzado el dolor hasta el día de hoy, si mi dieta es adecuada, si mi estilo de vida contribuye a la prevalencia del dolor…etc.
Ponerse en manos de un fisioterapeuta especialista en dolor crónico puede ser de gran ayuda para empezar a trazar un plan de acción frente a nuestro compañero más fiel, pero al que queremos dar calabazas cuanto antes.
AUTOR: Álvaro García Altube (Fisioterapeuta Col. Nº 2362)